Cuando lo que se esconde es más que una playa

El reloj marca las 15:16 de un viernes de enero copado por el sol, donde ni una nube se hizo presente en la costa atlántica. El calor se torna insoportable. Los fanáticos del sol lo disfrutan a pleno. Quienes comienzan a padecerlo se refugian en el único parador de la playa, refrescándose -tal vez- con una saborizada o un jugo de frutas. El resto prefiere un chapuzón en el agua, aún a riesgo de sufrir algún hematoma producto de las rocas escondidas tras la superficie. Solo Carlos y José son los rebeldes. Ellos no siguen a la manada. Nos llamó poderosamente la atención que este dueto siguiera su propio camino. Dejan la playa, toman las dunas. El letrero es claro: “NO AVANZAR, DUNAS EN RECOMPOSICION”. A ellos parece importarles poco. Avanzan, suben. Ya no podemos verlos. Le pedí a Marisa que me acompañe a seguirlos. Ella, indiferente, siguió escuchando Madonna en su Ipod. Me preparo para salir sola. Es que la duda me carcomía, como buena investigadora, quería saber que había tras las dunas. Si la Fauna o la vegetación atraía a los turistas. O si preferían ver el mar desde las alturas que proporcionan los acantilados. Lo que fuera. Me incorporo, me pongo mi pareo y me dispongo a salir, cuando de repente me intercepta Beba, quien tras sus grandes gafas me dice: “no seas evidente, a qué vas a ir ahora, te ven todos. Si querés vamos las tres, pero cuando caiga el sol, calmate, contenete”.

Beba tenía razón, lo que en plena tarde parecía extraño fue moneda corriente a partir de las 17:30 horas en “La Escondida”, la playa naturista –dígase nudista- que los gays hicieron propia. Y cómo no iba a ser si es la playa más lejana, complicada, chica, difícil y cara de todo Mar del Plata! No hay con qué darle, al puto lo enceguece la exclusividad y se enorgullece de constituir ghettos en cada lugar que esté.
A unos 30 kilómetros de la ciudad de Mar del Plata –casi llegando a Miramar- sobre la Ruta provincial Nº 11 se encuentra La Escondida, una playa construida en el año 2001, dirigida al público nudista-siendo uno de sus abanderados el señor Rolando Hangling con su mujer(Martita) o Geisha (Emiko) de turno. Pero rápidamente los nudistas debieron compartir cartel con la comunidad homosexual, quienes en esta playa vieron la posibilidad de soltarse un poco más, y cómo! A propósito...Sergio Company...es necesario que te pongas en pelotas. No es bueno para la salud, media pila.
Debemos decir que la propuesta y alternativa ofrecidas son buenas. El paisaje también. Lo negativo radica, en primer lugar en la cantidad de piedras y pozos que tiene la playa, tornándola peligrosa. En segundo lugar se aprovechan en demasía de los visitantes, con precios mucho más elevados que La Caseta, una de las playas top de mardel. El público que la visita se trata de gente generalmente económicamente independiente: familias, gente de mediana y tercera edad o jóvenes de salario o mensualidades cómodas. La playa explota durante los fines de semana, dónde notamos que el sábado fue el día en que más gays había proporcionalmente.
Entre el cabotaje encontrado, resaltaba un marplatense que ya es un símbolo de gaydar, LucasGym (www.gaydar.co.uk/lucasgym) quien poseía una diminuta tanga plateada, similar a un hilo dental, en todo sentido. Hermosa manera de recibirnos en el parador de la playa, donde comía bizcochitos azucarados mientras calentaba el agua para el mate con su gran cola al descubierto. Luego, incontables los visitantes de Buenos Aires, quienes un poco más temerosos del que dirán en Bulnes Class, preferían mayoritariamente, la sunga.
Y el puto, que todo lo ve y para todo se las ingenia, encontró en La Escondida su Plaza Pakistán. Finalmente, a eso de las 18:00hs., luego de tomarnos un té verde, hicimos el safari postergado. Subimos a las dunas, las pasamos, y la sorpresa fue no encontrar a nadie cerca. Nos preguntábamos dónde se habían metido tantos putos que habían subido dónde precisamente estábamos. A dónde pudieron haber ido si estábamos en el culo del mundo! No nos quedó otra que seguir el camino marcado. Observamos que a lo lejos, después de mucho llano, se levantaba una especie de bosque. A medida que nos acercábamos notamos que los matorrales se movían tímidamente. Tranquilamente podía ser por el viento de la costa, pero, acercándonos un poco más, pudimos cerciorarnos que, entre las malezas caminaban seres humanos. Allí encontramos las más variadas conjunciones: gente solitaria, locas desesperadas, parejas que buscaban intimidad, parejas que buscaban por separado, tríos y fiestas aún más numerosas. Cuenta la leyenda que hay semi gnomos que habitan en el bosque en busca de hombres que sean presa fácil, y al esconderse el sol, estos seres que nunca bajan a la playa, recuperan una posición y forma tal que se confunde entre la flora, a la espera de un nuevo día.
Tuvimos la incomodidad de ver gente conocida en situaciones poco claras. Algunos en pareja de años. Vamos a ver como se portan con Las conjuradas, bajo apercibimiento de ser escrachados.
En fin, este justamente es el sentido y la finalidad de esta playa: el secreto, lo oscuro, el anonimato, la reserva de lo prohibido, la intimidad de la lujuria. Nunca mejor puesto su nombre. Una playa que no solo esconde su ubicación, sino todo lo que encuentres estuvo a escondidas, desde las piedras bajo el agua, hasta historias de sexo salvaje. Hasta que un alma conjurada decide urdir...

By Coca Casán.